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 Clarín - Economía

Estados Unidos y China impulsan el crecimiento de la economía global. Crecer a tasas chinas, recuperar el empleo y no morir en el intento

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La economía norteamericana, la mayor del mundo (US$22,4 billones/25% del PBI global), arrastra el crecimiento de la economía global en 2021, con un alza del producto de 5,6/6.5%, que podría trepar a 7/8%, o más, anual en los últimos tres meses de este periodo. Lo hace acompañada por China (US$15,4 billones/17% del PBI global), que crecería 8/9% este año, tras haber sido la única economía "mayor" que logro expandirse el año pasado (2,3% anual).

Las dos superpotencias arrastran más de 50% del alza de la economía mundial en 2021. La República Popular es la socia principal de 144 países en el mundo, y responde por 35% del crecimiento en este periodo, en tanto que EE.UU. lo hace por otro 15%.

EE.UU. creó 379.000 empleos en febrero de este año, el mayor nivel de incremento desde octubre del año pasado; y las principales ganancias ocurrieron en los sectores de hotelería y entretenimiento, incluyendo 286.000 puestos de trabajo en restaurantes y bares, en tanto que 69.000 surgieron en negocios de turismo y gimnasios.

Estos puestos de trabajo están directamente vinculados a la reapertura de la economía norteamericana en la etapa pos-pandemia, que ha cubierto ya a gran parte de EE.UU., con la única excepción de los tres grandes estados más poblados, que son California, Nueva York e Illinois.

El resultado fue que la tasa de desocupación cayó a 6,2% en febrero, con un nivel de participación laboral de 61,4%, un punto y medio (1,5) inferior al de enero de 2019. Esta tasa se hundió a 60,2% en abril de 2020 – el momento más álgido de la pandemia -, en que se cerró prácticamente la totalidad de la economía norteamericana.

La previsión del consenso era que la creación de empleo en febrero se limitaría a 200.000 puestos de trabajo, y lo que en realidad sucedió fue que esos números se duplicaron.

Los casos de Covid/19 en EE.UU. cayeron de 260.000 por día en enero de este año a sólo 60.000 en marzo, en tanto la tasa de letalidad prácticamente se ha derrumbado, debido a la vacunación masiva de la población más vulnerable (70 años o más).

Esto es lo que está atrás de la creación en gran escala de puestos de trabajo en EE.UU.; y ahora se prevé que los nuevos empleos superarán un millón de casos en marzo de este año, como parte de una tendencia nítidamente ascendente que reduciría la desocupación a 4,2% a fin de año.

Había casi 10 millones de desocupados en febrero de 2021 (6,2%), el doble de lo que existía en la etapa pre-pandemia (en febrero de 2020 la desocupación era 3% o menos, la menor de los 60 años previos).

En esa etapa, EE.UU. creaba más empleos que personal existente en condiciones de ocuparlo, en una situación que en un sentido estricto puede denominarse de sobre-empleo.

Las cifras de febrero indican que EE.UU. ha recobrado la mitad de los empleos perdidos desde abril del año pasado, cuando ascendieron a más de 22 millones de desocupados (14,7% de la población económicamente activa).

Se estima que en abril/mayo de 2021 más de 70% de la población norteamericana de 330 millones de habitantes estará inmunizada contra el Covid/19, lo que implica que la totalidad de los estadounidenses estarían vacunados a fin de año.

Un elemento fundamental en la creación de puestos de trabajo en EE.UU es el hecho de que más de 4,4 millones de nuevas empresas han surgido en la economía norteamericana desde marzo del año pasado, en el transcurso de la pandemia del coronavirus; y muchos de ellos se han creado (más de 60% del total) utilizando para su despliegue las grandes plataformas de comercio por Internet (“e-commerce”), sobre todo Amazon/AWS.

Este acontecimiento central en la primera economía del mundo es el fenómeno del “auto-empleo” sólo que en una escala hasta ahora nunca alcanzada, y que por su magnitud es claramente un punto cualitativo de inflexión.

Muy significativamente esta pauta se ha mantenido y profundizado, a pesar de que el conjunto de los estados norteamericanos se ha sumergido ya en la etapa pos-pandemia, debido a la vacunación masiva de su población que supera en el último mes los 2 millones de inoculados diarios.

Por eso es que en enero de 2021 se han creado más de medio millón de nuevas empresas, que ascenderían a casi 1,2 millones en el primer trimestre del año.

El signo característico de estas nuevas compañías fundadas en el “auto-empleo”, es que utilizan como principal instrumento de desarrollo el trabajo a distancia o teletrabajo digital. Todo lo que sucede en EE.UU. en materia de creación de puestos de trabajo ocurre en el ámbito de la alta tecnología y la digitalización acelerada de su estructura económica y social.

China, segunda locomotora global

El producto chino ha crecido diez veces en las ultimas dos décadas; y dispone de un PBI per cápita que se duplica cada 8/10 años, lo que significa que los US$10.000 anuales de 2020, serían US$20.000 en 2030.

La producción industrial encabezó la recuperación del año pasado, y trepó 7,1% en los últimos tres meses del año, con un leve retraso de los servicios, que, igualmente, se recuperó en el cuarto trimestre.

Esto fue acompañado por una extraordinaria expansión de las exportaciones, que aumentaron 18,2% en diciembre, y completaron de esa manera tres meses consecutivos de suba con una tasa de doble dígito.

El superávit comercial y de cuenta corriente alcanzó un récord histórico absoluto de US$78.000 millones en el cuarto trimestre del año, una de cuyas consecuencias fue un fortalecimiento del reminbi de 6,5 puntos respecto al dólar estadounidense, la mayor diferencia en dos años.

Estas cifras indican que la economía china crecería 9% o más en 2021, tras expandirse, probablemente, 18.5% en el primer trimestre en un camino nítidamente ascendente.

Por eso es que el consumo doméstico, revelado por el total de las ventas minoristas, ya es superior al de EE.UU. (US$5,97 billones vs. 5,46 billones). Un ejemplo de esto es que el año pasado en China se vendieron 25,7 millones de automotores (28,5% del total de ventas global).

Lo fundamental de China es advertir que se trata de un gigantesco mercado doméstico, absolutamente unificado en reglas, idioma, y sistema político, cuyos costos de transacción caen 10/15% por año.

Este sistema es integrado a través de una red de 38.000 kms. de ferrocarriles ultrarrápidos (300 kms / 400 kms por hora), que se duplicarían (70.000 kms) en 2035. Hay que sumarles 155.000 kms. de ferrocarriles tradicionales y más de 200.000 kms. de autopistas.

El segundo rasgo estratégico de la economía china es el sistemático esfuerzo de integración que realiza con el capitalismo más avanzado, en primer lugar EE.UU. La prioridad otorgada al mercado doméstico está en las antípodas de todo intento de autarquía. Es un capitalismo del siglo XXI.

El gobierno del presidente Joe Biden prevé un crecimiento de 5,5% en 2021, después de que la economía norteamericana se contrajo 2,3% el año pasado; y coincide con esta previsión del JP Morgan, aunque realiza un importante agregado, y es que el alza del PBI estadounidense podría ser mucho mayor en el último trimestre del año, una vez que la población norteamericana se encuentre inmunizada prácticamente en su totalidad, lo que ocurriría con 70% del total en junio de 2021.

La sociedad norteamericana comienza a sumergirse, incluso en su cotidianeidad, en la etapa pos-pandemia; y la semana pasada el organismo responsable de la vacunación dispuso que la población vacunada puede descartar el uso de mascarillas e incluso dar término al distanciamiento social.

En ese caso, JP Morgan prevé que la economía de EE.UU podría llegar a expandirse 7,5%, o quizás 8% en los últimos tres meses del año.

El vigor de la economía estadounidense es extraordinario, como lo es la expansión del sistema productivo chino; y ahora las dos superpotencias se han visto incentivadas por el desafío del coronavirus, lo que ha desatado la inmensa energía que las caracteriza. La pandemia del coronavirus ha sido un tremendo shock absolutamente externo al proceso de acumulación norteamericano y chino. Por eso, sus efectos han sido provisorios y superficiales, y en todo caso han tenido un sentido benéfico porque su desafío ha desatado la inmensa energía del capitalismo de las dos superpotencias, los países–frontera del sistema.

Estados Unidos: crecer a tasas chinas, recuperar el empleo y no morir en el intento

 Un respiro. El presidente Joe Biden lanzó su Bidenomics con una campaña relámpago para crecer a tasas chinas y recuperar el empleo. Cree que evitará los riesgos de la inflación derivada de los billones en asistencia que saldrán a la calle.

Por José Siaba Serrate Economista

La decisión se tomó. El plan económico del Presidente Biden es una movilización gigantesca de recursos a descargar en una ofensiva relámpago. Su corazón es un paquete fiscal de 1,9 billones de dólares (casi 9 puntos de PBI) que se derramará sobre una economía que no está en crisis, aunque tampoco exenta de un futuro cuesta arriba. Será llovido sobre mojado, combustible a discreción para un motor en marcha que debe rugir a pleno antes de siquiera pensar en retacearle estímulo, como sucedió en la salida de la Gran Recesión de 2008/2009 (y tantos dolores de cabeza produjo). Las Bidenomics acelerarán a fondo con la obsesión de recortar el desempleo en línea recta. ¿Y las curvas del camino? Se tomarán a gran velocidad. El Tesoro y la FED confían en la inercia desinflacionaria de las últimas dos décadas. Y de morder la banquina, en la credibilidad del régimen monetario (que ahora están modificando) y sus expectativas de inflación muy bien ancladas. ¿Se puede crecer a tasas chinas y no perecer en el intento? Wall Street en récords dice que sí, pero por momentos titubea.

Con Donald Trump en la Casa Blanca, la política fiscal desembolsó ya 4 billones de dólares, incluyendo un programa de 900 mil millones aprobado en diciembre que neutralizó el impacto de la segunda ola de Covid (que en Europa habría provocado una recaída técnica en la recesión). ¿A qué aspira Biden con su recarga? A darle un empujón sustancial a la economía que no sólo la retire de la zona de peligro sino la devuelva a la senda de crecimiento en pleno empleo por la que transitaba antes de la irrupción del Covid. Es un salto, a desplegarse antes de fin de año, que supone una velocidad de expansión en torno a los dos dígitos por los próximos seis meses. Así, en 2021, EEUU crecería más que China (quizás 1,5/2 puntos más que la proyección revisada de 6,5% que publicó la OCDE).

No se discute la potencia de los estímulos

La política económica ataca en múltiples frentes. La artillería fiscal es el arma más poderosa, no la única. La política monetaria de tasa cero y expansión cuantitativa es un aliado crucial para que pueda desplegarse a pleno. El año pasado, la FED adoptó un nuevo enfoque flexible de metas de inflación promedio. Mantiene sus objetivos – pleno empleo y precios estables - pero levantó los viejos límites estrictos de velocidad. Es que desde que la institución abrazó las metas de inflación en 2012 nunca logró satisfacer el blanco de 2%. Se quedó corta una y otra vez. Con el nuevo guión, lo puede compensar con una inflación que exceda la meta de largo plazo “por algún tiempo”, y luego converja a 2%. La teoría es simple, la praxis puede complicarse. ¿Cómo saber que una inflación rampante regresará al redil de 2% en vez de gravitar hacia lecturas más elevadas?

Nadie duda de que la economía pueda crecer a tasas chinas (más con una vacunación masiva que derrumbe las restricciones a la movilidad), o la inflación ganar altura desde su nivel actual de 1,5%. La incertidumbre no es el punto de partida, sino el epílogo. Por empezar, el estímulo es el doble que la brecha oficial de desempleo. En septiembre, el producto bruto habrá recuperado todo el bajón de actividad causado por la pandemia y se colocaría un escalón por encima de la tendencia (pre-covid) de largo plazo. Está bien, los 9,5 millones de empleos que se perdieron en la comparación con febrero de 2020 (y los que el crecimiento vegetativo habría sumado) no se recuperarán pronto. No antes de 2022. Y son la prioridad. Claro que si el estímulo provoca cuellos de botella (aún con desempleo en el mercado laboral) y la economía recalienta, el resultado será una mezcla de crecimiento real acotado y redobladas presiones de costos y precios, que ya se insinúan. Téngase en cuenta que la política fiscal desembolsó 4 billones de dólares y no todos se gastaron. Se estima que los hogares acumulan ahorros precautorios por 1,5 billones de dólares que podrían volcarse a un consumo tardío en un contexto de bonanza y control de la pandemia. De ser así, obrarían a manera de otro super-paquete de estímulo. La confluencia de ambos gatillaría un desborde. “Esos riesgos existen”, reconoció Janet Yellen, el cerebro de la operación y quien conduce los destinos del Tesoro (y timoneó la FED antes de Powell). Pero el peligro principal es “no hacer nada”. Corolario: se pondrá toda la carne en el asador. Si la inflación se dispara, una materia que Yellen conoce bien, “tenemos las herramientas para combatirla”.

¿Qué se perfila detrás de la suba de tasas de interés que sacudió a los mercados en las últimas semanas? ¿Una primera discrepancia? Las tasas largas – a 10 y 30 años - son muy bajas todavía, pero treparon con firmeza. Entre puntas, el último mes y medio, dieron un salto de medio punto a un máximo de 1,61%. ¿Es un adelanto de la zozobra por venir? Si se disecciona el avance, la credibilidad de la FED no está en la picota. Subieron las tasas reales (que eran ampliamente negativas y comienzan a descontar una economía robusta) y se plancharon las expectativas de inflación (en línea con la meta de 2%). En un plazo intermedio, en torno a cinco años, las expectativas de inflación sí se empinaron, hasta 2,5%, pero a modo de un repunte temporario (o sea, conforme el libreto de la FED). A cinco años vista, su lectura declina a 2%. ¿Está todo bajo control? Sí, pero el experimento Biden-Yellen recién se acomoda en las gateras. Cuando empiece la función, el mega-paquete comience a ser gastado, y fluyan los resultados concretos, allí se desplegará el verdadero examen de estrés. ¿Las tasas chinas serán sólo de crecimiento, o también de inflación? Con que la tasa real de interés a diez años dejase de ser negativa la tasa nominal superaría 2%. Si los aumentos de costos que hoy rigen por doquier se trasladan a los precios finales, como sugiere una evidencia todavía anecdótica, y la inflación se despereza de golpe, las tasas nominales se elevarían todavía más, aunque no se lesionara la confianza de fondo en la estabilidad de precios. Todos los planes de infraestructura de los presidentes estadounidenses, desde Clinton hasta Trump inclusive, nunca pasaron de ser promesas de campaña porque la amenaza de un mercado de bonos arisco fue siempre una barrera más formidable que los beneficios publicitados. ¿Cómo evitar que las tasas largas se ericen, por las razones correctas o por mera aversión al riesgo, y allí naufrague buena parte de la potencia del estímulo? Las economías emergentes, los primeros que pueden sucumbir si colisiona el intento, ya sintieron los efectos de su castigo, el “crowding out”. Bastó la incipiente remontada de tasas para desatar una huida de capitales. Que la FED mantenga sus tasas en cero hasta 2023 no frenará a las tasas largas. ¿Hay antídoto a mano? Powell no quiso contestar, la respuesta es obvia. La política económica no se jugará el todo por el todo para frustrarse ante una zancadilla. El BCE, otra víctima colateral, ya señaló que comprará más bonos si hace falta. La FED aplanará la curva de bonos si su pendiente es el obstáculo. Fijará un rango también para las tasas de diez años. Nada muy distinto del control de la curva que hace el Banco de Japón (sin necesidad de intervención). Funcionará si la credibilidad no se astilla. Y si la economía tiene la plasticidad que las estadísticas no muestran y Yellen da por sentada.