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 Clarín - Economía

Fuerte rechazo de tributaristas al proyecto que busca elevar la alícuota de Ganancias hasta el 40%. Por qué el proyecto desalienta la inversión y el crecimiento

Es la alícuota que deberán pagar las empresas que distribuyan dividendos. Alertan que atenta contra la inversión.

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Martín Guzmán, ministro de Economía.

El Gobierno envió al Congreso un proyecto de ley que establece un sistema progresivo de alícuotas que se aplicarán a las Sociedades de Capital que oscilarán entre el 25 y el 35%, y que ascenderá hasta casi el 40% cuando las  compañías de mayores ingresos distribuyan dividendos, tanto a nivel local como al exterior. La iniciativa, que busca principalmente reducir la carga de este tributo para las pymes, generó polémica entre  entre los tributaristas.

Al respecto, Sebastián M. Domínguez, Socio de SDC Asesores Tributarios, advirtió; "El proyecto indica que el 75% de las empresas tributarán al 25%, pero no brinda detalles acerca de cómo se ha llegado a esa estimación".

Para analizar la letra chica del proyecto, el especialista dio un ejemplo: "Podemos proporcionar la ganancia neta a un período mensual. De esa forma dividimos $1.300.000 por 12 y arroja una ganancia promedio de $108.333 por mes. Si lo llevamos a dólares al tipo de cambio implícito "Dólar MEP" de $140, serían u$s773".

Es decir,  que "una empresa que gane $109.000 por mes o US$778, ya estará en la segunda escala pagando el 30% por una parte de su ganancia".

En conclusión, "la suma de $109.000 por mes es menor a los $150.000 que considera el proyecto de reforma del impuesto a las ganancias para beneficiar a empleados en relación de dependencia.

En ese sentido indicó que "están considerando que un empleado que gana $150.000 por mes no debe tributar Ganancias, pero una empresa que gana la misma cifra es una mediana empresa y debe tributar el 30% en lugar del 25%".

En conclusión, para Domínguez: "Esta reforma, entendemos, terminará siendo un nuevo incremento de la presión fiscal en la mayoría de los casos, modificando nuevamente las reglas de juego". Además, apuntó que la medida "se suma a medidas aisladas en lugar de trabajar en una reforma integral de todo el sistema tributario".

Para el tributarista Diego Fraga, "es una locura que cada dos meses cambien la política tributarias". "Esta reforma aparece en el peor escenario: empresas destruidas por la crisis y la pandemia. No pueden darles un aumento de la presión tributaria en estas circunstancias", subrayó.

A su entender, "no hay ni una señal positiva para la inversión". Y señaló como otra desventaja que lo quieren aplicar para el período fiscal 2021, "es decir, cambios en el medio del ejercicio fiscal", dijo.

"Hace poco suspendieron la rebaja de alícuotas prevista en la reforma del gobierno anterior, que preveía ir bajando paulatinamente la alícuota de Ganancias para Sociedades. Esa rebaja iba  a ser del 30 al 25%. Nunca se llegó a ese 25 porque este Gobierno la suspendió. Primero la suspendió dejándola y ahora la sube al 35%, más la sobretasa del 7% si distribuís dividendos", concluyó.

Por último, el tributarista Ivan Sasovsky, señaló que "aumentar el Impuesto a las Ganancias para empresas que no ganan parece ser un sin sentido absoluto y en un momento muy inoportuno".

"Hoy para poder recuperar siquiera un poco de lo perdido durante el 2020 y que se genere empleo se tiene que hacer algo inversamente opuesto", aseguró. Y agregó: "La Argentina, que está en una senda de default y con la economía menos confiable del planeta, apuesta a ahuyentar inversiones y a un enanismo fiscal de PYMES que nos colocará en una posición de mayor informalidad e inflación.

Sasovsky concluyó que "la Argentina de hoy no tiene rumbo y los impuestos son la manifestación de eso".

Por su parte Lucas Gutiérrez, del estudio Lisicki Litvin y Asociados, sentenció: Esto que se presenta bajo el marco de una supuesta progresividad tributaria, en los hechos significa mayor presión fiscal y menor competitividad. Además, desde la técnica tributaria, no es aconsejable la aplicación de tasas progresivas, lo lógico es que la tasa sea proporcional y neutral para las sociedades, y que la progresividad se aplique en las personas que reciben una participación sobre las ganancias.

Gutiérrez concluyó: "A esto se suma que el impuesto cedular para las distribuciones de dividendos se mantiene en el 7% para todos los casos, esto implica que algunas empresas tendrán una carga impositiva de ganancias efectiva del 39,55% (35% sobre sus ganancias empresarias y 7% sobre los dividendos)."

Por qué el proyecto de reforma de Ganancias  desalienta la inversión y el crecimiento

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La tasa que se pretende aplicar a las empresas que superen los $2,6 millones de facturación puede alcanzar hasta el 40%

Por Guillermo Pérez (*) y Sebastián Mancuso (**)

Se ha conocido recientemente otro nuevo proyecto de reforma parcial del impuesto a las ganancias, en este caso, que afecta a empresas pymes y no pymes. Con gran lucidez intelectual decía Heráclito que lo único permanente es el cambio. Debemos decir que, en nuestro país en materia tributaria, esa verdad se exacerba demasiado.

Estos constantes cambios normativos, sin una visión integral y profesional, terminan afectando negativamente las decisiones de todos los agentes económicos.

El sistema tributario, debería nadar, en lo posible, contra corriente de lo dicho por Heráclito, para que la dinámica que la propia actividad económica genera pueda administrarse y permita a los agentes económicos reducir la incertidumbre y la complejidad a la hora de tomar decisiones que impactan en la inversión y consecuentemente en el empleo y el desarrollo social. Argentina se merece tener un proyecto de reforma fiscal integral y de largo plazo en el cual participen todas las partes que contribuyen al desarrollo económico y social del país, es decir, empresas, trabajadores y Estado (Nacional y Provinciales).

Esa reforma debe hacer hincapié en simplificar el sistema tributario y eliminar distorsiones creadas por impuestos anacrónicos, como el impuesto sobre los ingresos brutos y el impuesto de sellos, así como también el impuesto sobre los débitos y créditos bancarios, entre muchas otras cuestiones a replantear.

También debe reducirse el tiempo que las empresas dedican a cumplimentar múltiples regímenes de información y recaudación que distraen recursos de su negocio principal y atentan contra su productividad y la posibilidad de competir en igualdad de condiciones en mercados del exterior.

Dicho esto, y analizando este proyecto parcial de reforma en concreto, vemos que pretende retrotraer la alícuota general de impuesto a las ganancias para empresas, a la tasa del 35%.

Esto implicaría, en la práctica, un aumento de 10 puntos porcentuales respecto a la tasa que corresponde aplicar a partir del ejercicio fiscal 2021 (25%), según surge de la última reforma tributaria vigente sancionada bajo la anterior administración.

Adicionalmente debe agregarse que, erróneamente, se pretende mantener el 7% de imposición sobre los dividendos, lo que termina dando una tasa total de impuesto a las ganancias del 39,55%, lo que resulta a todas luces excesiva.

Además de lo que implica en términos de cambio de reglas de juego, tal como lo expresamos en párrafos anteriores, este incremento excesivo de la tasa del impuesto debe ponerse adecuadamente en contexto.

La vuelta del 35% de impuesto a las ganancias y el mantenimiento del 7% de imposición sobre los dividendos se produce en un momento de alta inflación, con inadecuados mecanismos fiscales de reconocimiento de sus efectos, generando en muchas empresas, el pago de impuesto a las ganancias sobre rentas nominales ficticias.

El impacto de la nueva tasa se sumaría a otros incrementos de la ya asfixiante presión fiscal, particularmente a los anunciados aumentos de alícuotas del impuesto sobre losingresos brutos.

Por otro lado, dentro del proyecto se establecen alícuotas progresivas de impuesto a las ganancias para el mundo pyme, que van desde el 25% al 35%. El 25% aplicaría para empresas pymes con ganancias netas anuales de hasta $ 1.300.000, el 30% a partir de las ganancias que superen el monto anterior y hasta $ 2.600.000. Y a partir de este último monto, la tasa aplicable sería la general del 35%.

Como positivo se puede rescatar que, al ser alícuotas progresivas, por más que una pyme supere los $ 2.600.000 de utilidad neta anual, recién pagaría el 35% sobre el excedente de dicho monto y no sobre el total de su renta. Esto evitaría en principio la sub-declaración de ingresos por parte de los contribuyentes pyme. De todos modos, y en nuestra opinión, esos montos son notoriamente exiguos para que signifiquen un real fomento al mundo Pyme.

En efecto, si bien el proyecto contempla actualizar por inflación las escalas de aplicación de la alícuota progresiva, es altamente recomendable que los montos iniciales de aplicación de estas alícuotas sean sensiblemente superiores, para redundar en un mayor beneficio a las pymes, que hoy por hoy, soportan una presión tributaria asfixiante que les dificulta mejorar su competitividad.

De hecho, si hiciéramos el ejercicio teórico de determinar, por ejemplo, un margen neto del 10% de rentabilidad sobre los límites de ventas que establece la normativa pyme vigente para las diferentes categorías (micro, pequeñas y medianas) y diferentes actividades económicas, veríamos muy claramente que el beneficio de este proyecto sobre la ganancia pyme es absolutamente no significativo.

En resumidas cuentas, el proyecto goza de buenas intenciones para el mundo pyme, pero para que tenga un efecto sustancial que compense el peso del resto de impuestos distorsivos que recaen sobre la actividad económica, debe incrementar fuertemente los límites de renta neta para que las buenas intenciones se transformen en un beneficio real y material para las pymes, que son el motor de empleo de la economía argentina.

Respecto al incremento de 10 puntos porcentuales de la tasa de impuesto a las ganancias para sociedades en general y el mantenimiento de la retención sobre las utilidades del 7%, en nuestra opinión resulta excesivo, teniendo en cuenta el contexto de altísima presión fiscal de las empresas, la inestabilidad económica y la falta actual de incentivos a la inversión.

En nuestro entendimiento, no puede plantearse este incremento, sin evaluar la reducción a niveles razonables del resto de impuestos distorsivos aún vigentes. En la medida en que cada dos años se sigan sucediendo aumentos y parches tributarios, sin una mirada integral y definitiva del sistema fiscal que queremos y necesitamos para nuestro despegue económico, la posibilidad de que los grandes y pequeños inversores apuesten por la Argentina continuará siendo cada vez menor.Al final de cuentas y desafiando nuevamente a Heráclito, los inversores, para invertir necesitan reglas de juego estables, que les permitan bañarse más de una vez en el mismo río, como nos consta ocurre en gran parte de los países del mundo