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 El Cronista Comercial

Después del arreglo de la deuda

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Después del arreglo de la deuda

Después de casi 9 meses, el Gobierno llegó a un acuerdo con los principales acreedores privados que tienen títulos de deuda argentina bajo legislación extranjera. Con lo cual, si bien quedan algunas cuestiones más que cerrar con acreedores privados, lo cierto es que parece que la etapa más ardua de la renegociación de la deuda privada está superada. Sin embargo, ello no implica ni por asomo que los principales problemas que enfrenta la economía argentina estén resueltos, es más, la cuarentena empeoró mucho de ellos.

El presidente Alberto Fernández prometió un programa económico luego de solucionar el tema de la deuda y tal vez, eso sea inevitable dado que en algunas semanas el Gobierno debe presentar el Presupuesto 2021 y también será una exigencia del necesario acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero Argentina lo que realmente necesita es más que un plan que administre un potencial rebote tras la cuarentena por el coronavirus y eso requiere un consenso que hoy parece difícil de lograr, sobre todo en un año, como el 2021, que será electoral.

El acuerdo con los acreedores internacionales si bien es una muy buena noticia simplemente ataca una parte de los problemas financieros que mostraba la economía argentina durante el 2019. En efecto, desde mediados del 2018 el Gobierno se vio con serias dificultades para renovar los vencimientos de la deuda pública. Así es cómo se llega al acuerdo con el FMI, a finales de 2018. Aun así, no fue posible reducir la volatilidad de los mercados financieros, que incluso empeoró tras las PASO de agosto de 2019. En estas condiciones, la posibilidad de renovar los vencimientos de la deuda se redujo aún más. Así fue también como se llegó a la necesidad de acordar con los acreedores un estiramiento de plazos y una mejora en las tasas de interés en la deuda.

Sin embargo, no por llegar a un acuerdo con los acreedores se han eliminado todas las fuentes de inestabilidad financiera. En gran medida, porque la fuente del endeudamiento es el déficit fiscal y justamente, esta variable ha empeorado dramáticamente durante la cuarentena. Lo que ha provocado una emisión de dinero enorme que seguramente generará presiones inflacionarias y sobre el tipo de cambio. Cosa que ya está sucediendo. Esto se debe a que no es la deuda lo que genera inestabilidad financiera, sino la continua necesidad de recursos del Gobierno nacional que no puede cubrir ni sus gastos operativos.

Si el déficit fiscal fuese bajo o eventual, esto podría soslayarse si hacia adelante hubiera perspectivas de crecimiento económico y/o un Estado creíble, por lo menos en lo que se refiere a los valores que emite, sean éstos, bonos o papel moneda. Como sucede en otras partes de mundo. Pero nada de esto sucede en Argentina. Los "papeles" que emite el Estado son poco creíbles y tampoco puede decirse que Argentina se encuentre en un sendero de crecimiento. En varias de estas columnas hemos hecho hincapié sobre la falta de crecimiento estructural de la Argentina y el estancamiento que para el año que viene cumplirá una década.

Por lo tanto, la Argentina para hacer frente a sus obligaciones financieras requiere no sólo un ordenamiento fiscal. Además necesita mejores condiciones para los inversores que se atrevan a probar suerte en Argentina y no en otros países. Ello implica que el país debe igualar o mejorar las condiciones qué las empresas encontrarían en otras partes.

Entre estas condiciones hay cuatro que particularmente sobresalen. En primer lugar, la inflación, qué es un fenómeno que no tienen que enfrentar las empresas en otros países con similares salarios y que dificulta mucho la operación de cualquier compañía. En segundo lugar, la presión tributaria sobre los negocios. Tengamos en cuenta que Argentina está mal ubicada en el ranking del informe "Paying Taxes" que elaboran conjuntamente PwC y el Banco Mundial sobre las dificultades impositivas de cada país.

En tercer lugar, nos encontramos con el laberinto regulatorio que existe tanto a nivel municipal, como provincial y nacional y que ha posicionado a la Argentina en el puesto 126 entre 190 países del ranking "Haciendo Negocios" del Banco Mundial y es posible que ello haya empeorado este año con la eliminación de las SAS y otras medidas.

Finalmente, el control de cambios que impide por su naturaleza girar dividendos e importar libremente, que son dos factores esenciales y necesarios para nuevas inversiones. Todo esto se vuelve aún más relevante cuando se entiende, además, que Argentina va a necesitar exportar más en un mundo en el que el comercio internacional podría ir arrancando lentamente, hasta que se termine de salir de la pandemia.

Los desafíos son enormes, probablemente de los más grandes que haya enfrentado la Argentina luego de experimentar la mayor recesión de su historia. Seguramente habrá un rebote de la actividad económica, pero si sólo se piensa en administrar eso, es posible que las presiones inflacionarias arruinen el efecto rebote. Es necesario pensar en como atraer inversiones y que sea atractivo contratar empleados argentinos para aumentar el empleo, los salarios y reducir la pobreza, que no se baja con planes sociales, sino generando riqueza.