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 El Cronista

La IA, entre la promesa de una revolución y el fantasma de una nueva burbuja financiera

La inteligencia artificial avanza y las inversiones crecen sin freno, pero se escuchan alarmas por una posible purga en el mercado: el impacto del cimbronazo de DeepSeek, anunciado en enero de 2025, encendió una señal amarilla.

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"Los árboles no crecen hasta el cielo". La frase de Julián Emanuel, estratega jefe de Evercore ISI, sirve para describir el frenesí por la inteligencia artificial que se vive hoy en los mercados.

La IA ha despertado enormes expectativas en el mundo y deslumbrado a los mercados financieros en particular. Subas impensadas en las acciones, una oleada de titulares desbordante de optimismo en los diarios y promesas de una transformación económica sin parangón han generado una sensación de bienestar, de que el mundo está a las puertas de un shock de productividad superador de la primera y segunda revolución industrial

Pero detrás de ese entusiasmo se escuchan voces pidiendo cautela. ¿Estamos frente a una revolución tecnológica inédita en el mundo o a las puertas de una burbuja a punto de estallar?

La IA brilló con avances espectaculares desde fines de 2023. Parecía imparable. Sin embargo, en enero de 2025 apareció DeepSeek, un chatbot chino que entrenó el modelo R1 con una inversión insignificante (para el sector) de u$s 5,6 millones y logró resultados comparables a las grandes IA

El modelo surgió en el firmamento financiero el 20 de enero de 2025. Una semana después, el 27 de enero, la acción de Nvidia cayó casi un 17% en 24 horas, borrando cerca de 590000 millones de dólares de capitalización.

Ese movimiento esmeriló la confianza. Si una pequeña startup podía desafiar con relativa facilidad a las grandes del sector, la pregunta que sobrevoló inmediatamente fue si las inversiones millonarias en hardware y modelos avanzados se justificaban. Algo en el mercado podría estar desconectado de los fundamentalsreales.

Con el coletazo de DeepSeek, el 28 de enero de 2025, Bridgewater Associates, uno de los fondos más influyentes del mundo, publicó un informe desalentador. Su codirector de inversiones, Greg Jensen, afirmó que lo sucedido con DeepSeek marcaba "una ruptura con el relato dominante" de la IA. Reconoció que el mercado estaba "haciendo un ajuste a corto plazo" pero que el caso DeepSeek demostraba que para competir no hacía falta una montaña de dinero exorbitante. Para Bridgewater, la corrección podía ser dolorosa, pero positiva para el sistema. El sacudón obligaba a reevaluar en qué se está invirtiendo y por qué.

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Por ahora, predominan las voces alarmistas. En las últimas semanas, algunos de los analistas más escuchados de Wall Street encendieron luces amarillas. Barry Ritholtz, fundador de Ritholtz Wealth Management, escribió en Business Insider que el comportamiento del mercado le recuerda al de la burbuja puntocom. 

Según él, hay una concentración peligrosa de capital en pocas empresas que lideran el boom de la IA. Cree en el potencial de la tecnología pero le preocupa que las valuaciones se estén adelantando demasiado a los resultados concretos.

El caso más evidente es el de Nvidia. En menos de dos años, su capitalización de mercado se multiplicó varias veces. Su acción escaló más de un 200% en un año.

Más atrás en la cola pero con una historia semejante, aparecen empresas como Microsoft y Alphabet. Aunque muestran resultados sólidos, la velocidad a la que crecieron sus valuaciones en base a sus inversiones en IA también empieza a generar cierto ruido

 Jeff Weniger, el número uno de inversiones de WisdomTree, una firma global de gestión de activos, subrayó que estas cifras superan con creces los fundamentos clásicos de valuación. Y opinó que "los inversores parecen estar comprando una promesa sin mirar con atención los números duros".

No todos comparten esa visión alarmista. El experto de eToro, Ben Laidler, un estratega de mercados globales reconocido por sus análisis sobre mercados financieros, considera que el crecimiento de los activos está justificado. Sostiene que estamos ante un cambio de paradigma y lo compara con el fenómeno de internet en los noventa. 

A su juicio, las inversiones en chips, infraestructura y modelos de IA todavía están en una fase temprana. Y si bien reconoce que puede haber volatilidad, estima que el mercado aún no ha sobrevalorado a las empresas del sector.

Lo mismo piensa Dan Ives, analista senior de Wedbush Securities. Para Davis recién estamos viendo el comienzo de un ciclo de crecimiento de una década de la IA. Según su buen entender, comparar esto con la burbuja del 2000 es "injusto porque esta vez hay ingresos reales, productos tangibles y una demanda imparable".

Los números duros muestran algunas señales que avivan el debate. Sí se toma el ratio precio/ganancia (P/E). En Nvidia, este ratio llegó a superar los 56 puntos. Para muchos inversores institucionales, ese nivel ya es una señal de alerta. En mercados desarrollados, un P/E por encima de 30 suele mostrar expectativas muy elevadas. Y si los resultados no acompañan, los castigos del mercado pueden ser duros y ejemplificadores.

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Además, existe una gran concentración del rendimiento del S&P 500 en un puñado de grandes firmas. Alrededor del 60% del rendimiento del índice de 2025 descansa en siete acciones, todas asociada al boom de la IA. Eso genera cierta fragilidad estructural. Si una sola de esas compañías no cumple con las expectativas que ha generado, el impacto arrastraría a todo el mercado... y a la economía también.

También hay que estar atentos a los flujos de capital. De acuerdo a información de la influyente banca de inversión Goldman Sachs, los fondos que invierten en IA capturaron más de u$s 20.000 millones en los últimos 12 meses. Muchos de ellos ni siquiera tienen definidas métricas con las que evalúan a las empresas del sector. Y empieza a crecer el interés por el mercado financiero chino. Se trata, en muchos casos, de apuestas más narrativas que financieras. Es creer o reventar.

¿Qué podría pasar sí la algarabía que hoy se vive por las IAs se desploma?

Existen varios escenarios que se barajan sobre la mesa. El más alentador sería una corrección ordenada. Una suerte de ajuste correctivo en el que los precios vuelvan a niveles considerados "razonables" sin causar daños destructivos.

El escenario más grave, una venta masiva que arrastre a todo el mercado, sobre todo si coincide con un panorama macroeconómico negativo. En este sentido, la economía global no está exenta de riesgos. En Estados Unidos, las tasas de interés siguen altas, el crecimiento en China alcanzó en el primer trimestre de este año el 5,3%, un buen registro pero los números ya no son los de antaño, y Europa enfrenta tensiones políticas. Si a eso se le suma una caída de las acciones tecnológicas, el mix puede transformarse en un problema.

No sería la primera vez que un sector en auge termina arrastrando a todo el sistema financiero y a la economía.

Un ejemplo reciente explica, de alguna manera, las dudas que subsisten. En los años previos a la crisis de 2000, empresas como Cisco o Yahoo! multiplicaron su valor sin tener una rentabilidad clara. El Nasdaq alcanzó niveles nunca visto y con las puntocom todos hablaban de un nuevo paradigma. Pero cuando los resultados no se ajustaron a las expectativas, el mercado explotó. Cisco, por ejemplo, tardó casi dos décadas en recuperar su valor.

La narrativa construye

Hoy, las empresas líderes en IA tienen otra estructura. La niña mimada de los mercados, Nvidia cuenta con ganancias sólidas y un modelo de negocio transparente. Pero la historia enseña que el exceso de optimismo no siempre es un buen consejero, incluso en compañías sanas. Y que las burbujas, más que por la calidad de las empresas, nacen en buena medida por el comportamiento de los inversores.

Para muchos, el problema no es la IA en sí mismo sino la narrativa que se construye. Esta idea de que estamos ante la mayor revolución desde la electricidad. Y aunque todo indica que es así, podría jugar en contra si alienta expectativas imposibles de verificar en el corto plazo.

Hay otro dato insoslayable. Algunos directivos de empresas tecnológicas vedieron parte de su paquete accionario justo cuando las firmas alcanzaron el pico. En Wall Street, eso suele leerse como una señal de cautela. Si los que están adentro de las propias firmas empiezan a vender, es porque perciben que el precio se está acercando al techo.

De cualquier manera, hay margen para una mirada más optimista. El caso de Amazon en los 2000 es ilustrativo. La acción cayó más del 82% después del estallido de la burbuja de las puntocom. Pero quienes aguantaron, hoy tienen una de las mayores rentabilidades de la historia

Este fenómeno podría replicarse con algunas compañías de IA. Siempre que logren acompañar su crecimiento con resultados concretos. Los analistas conocedores del sector coinciden en que la clave está en separar la paja del trigo, el entusiasmo legítimo de la euforia desmedida. Invertir en innovación no es un error. Pero hacerlo sin evaluar riesgos puede tener un efecto boomerang.

Por ahora, la burbuja no estalló. Pero las señales están ahí. Y como dijo la firma de asesoría financiera, Ritholtz Wealth Management, es mejor mirar dos veces antes de festejar.

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Nvidia se convirtió en uno de los protagonistas más ruidosos del boom de la IA. Su acción superó los u$s 175,4 en julio de 2025. Los inversores y los expertos en IA están convencidos que Nvidia será una arteria clave en la revolución de la IA, ya que produce los chips más avanzados que usan los grandes modelos y centros de datos.

Entre tanto, el mercado en general (representado por el S&P 500) también mostró avances significativos, pero notoriamente menores. Según los números de Yahoo Finances, desde mediados de 2023 hasta julio de 2025, el índice creció aproximadamente un 30%, diez veces menos que Nvidia. Este diferencial muestra que, aunque todo el mercado esté engalanado con la IA, las ganancias bursátiles se concentran en pocas empresas.

En resumen, los números muestran una foto clara. Nvidia se disparó más rápido que el mercado en general, arrastrada por el boom de la inteligencia artificial. Sin embargo, su valuación actual implica expectativas muy altas, que si no se cumplen o el contexto económico cambia de forma sensible, el precio de sus acciones podría caer. Allí residen los temores a una posible burbuja: mucho entusiasmo y poca cautela.

El efecto psicológico

A eso se suma el efecto psicológico. Cuando los mercados caen, el miedo se instala. Las decisiones estructurales se relegan, el crédito se restringe, los bancos ajustan a la baja y las expectativas económicas palidecen. Y entonces, lo que comenzó como una corrección bursátil puede escalar a una recesión. Cuando la burbuja alcanza dimensiones muy grandes, el estallido no discrimina, sacude a todos por igual. 

Aunque parezca que las burbujas financieras solo afectan a los inversores de Wall Street, su estallido suele filtrarse rápidamente a la economía real. Una corrección brusca en los mercados puede frenar la inversión, paralizar proyectos en marcha, generar despidos y reducir la confianza de consumidores y empresas. Si la burbuja está vinculada a un sector con alto peso tecnológico -como el caso actual de la inteligencia artificial-, el impacto se amplifica porque muchas compañías dependen del financiamiento continuo para sostener su crecimiento. Sin acceso a capital, se enfría la innovación, se achican los presupuestos y se desacelera el consumo.

El golpe también puede sentirse en los fondos de pensión, los portafolios de los ahorristas comunes y en el valor de empresas tecnológicas que, aunque sean sólidas, terminan arrastradas por la desconfianza generalizada. A eso se suma el efecto psicológico. Cuando los mercados caen, el miedo se instala. 

Las decisiones se postergan, el crédito se restringe, los bancos ajustan condiciones y las expectativas económicas se deterioran. Y entonces, lo que comenzó como una corrección bursátil puede escalar a una recesión. No siempre ocurre, pero cuando la burbuja se infla demasiado, el estallido no pregunta por sectores: golpea a todos.

El fenómeno Bezos

La crisis de las punto.com dejó algunas enseñanzas. En una carta que escribió con su puño y letra, que se hizo pública el 9 de abril de 2001, el multimillonario Jeff Bezos le dirigió un mensaje clave a su directorio y a la sociedad estadounidense: "Cada año se vuelve más interesante, en parte porque muy poco ha cambiado. Todo se trata del largo plazo".

 

A partir de ese día el valor bursátil de Amazon, que había caído de un pico de u$s 26.270 millones a un piso de u$s 5.550 millones en diciembre de 2000, empezó una mejora fortísima y sostenida. 

Hoy, la acción cotiza en torno de los u$s 226,13 y la capitalización bursátil supera los u$s 2,33 billones, según datos por volumen y total de acciones en circulación para el segundo trimestre de 2025. Esa recuperación representa un ascenso descomunal: cerca del 42200% en valor bursátil, multiplicó su valor por 420 veces su valor, una de las recuperaciones más impresionantes de la historia corporativa.