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 La Nación - Economía

Prevén que seguirá la presión sobre el CCL por escasa salida a los fondos. ¿Podría obligar el Gobierno a vender los dólares?

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"Se quedaron a mitad de camino, cuando deberían haber ido a fondo". Esta es la sensación que quedó ayer en el mercado tras la reducción del parking de bonos para poder hacer dólar MEP y contado con liquidación (CCL) a tres días.La demanda era la eliminación por completo.

En el mismo sentido, se mencionaba la licitación de u$s 750 millones del Ministerio de Economía realizará el mes próximo, para darle salida a Pimco y Templeton, que les queda aún el equivalente a u$s 4000 millones en bonos a Badlar más CER, el factor que está presionando al CCL.

El Gobierno les había prometido que iba a sacar una licitación en dólares para agosto y septiembre, que en vez de cumplir les impuso el parking de 15 días.

El "Bono Pimco" que reflotó Economía por u$s 750 millones luce escaso para el volumen de demanda de fondos
El tema en cuestión es que la licitación no llega siquiera al 20% del equivalente en divisas de lo que actualmente tienen en cartera ambos fondos de inversión, y quedaría el equivalente a u$s 3250 millones en bonos CER presionando al CCL.

De todos modos, la apuesta del Gobierno es que la brecha con el MEP se reduzca al mínimo posible, razón por la cual dio marcha atrás con las medidas tomadas el 15 de septiembre pasado, que no dieron el mejor de los resultados, según lo reconoció ayer el propio Guzmán.

Esto llevó a Alberto Fernández a empoderar al ministro frente al BCRA. De hecho, Economía anunció la eliminación del punto 5° de la circular A 7106 que prohibió el CCL a no residentes.

Analistas de Portfolio Personal Inversiones señalan que las medidas que tomó el Gobierno y el BCRA para frenar la dinámica actual son aún más restricciones y parches, o medidas insuficientes.

"El Gobierno busca que se arbitren mejor las cotizaciones del CCL y MEP bajando la brecha entre ellos, dándole mayor liquidez a ese mercado. La idea es que la brecha entre el MEP y el CCL ?hoy en 8,7%- se comprima a niveles más lógicos para mantener el mercado más arbitrado".

"Debería ayudar a la solvencia del mercado para comprar dólares y reduce la espera y el riesgo de 5 a 3 días"
Lo cierto es que también la Comisión Nacional de Valores (CNV) dio marcha atrás con lo que había propuesto hace un mes respecto del parking de bonos para frenar la salida de los fondos al exterior. Y visto la pérdida de reservas, de depósitos en dólares y la suba de los dólares financieros y dólar blue, tuvo que revertir todo lo que había dicho el 15 de septiembre pasado.

En los comentarios de la medida, Economía postula que ahora "este conjunto de acciones permitirá dotar de mayor previsibilidad y volumen al mercado financiero, interactuando de manera virtuosa con la generación de un sendero económico consistente y sostenible".

"Debería ayudar a la solvencia del mercado para comprar dólares y reduce la espera de cinco días a tres, con el riesgo implícito del cambio en la cotización en los bonos que acarrea esta operaroria" afirmó Hernán Schvarz , fundador de la consultora ETR.

La escalada de los dólares alternativos tensó aún más la relación entre Martín Guzmán y Miguel Pesce

La relación entre el ministro de Economía Martín Guzmán y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, está cada vez más tirante. El comunicado de Economía del lunes, criticando puntualmente el efecto negativo que había tenido sobre el mercado cambiario la circular del BCRA del 15 de septiembre - la que restringía la operatoria “dólar contado con liquidación”- dejó en claro que la convivencia de ambos funcionarios es cada vez más difícil.

Desde el Banco Central ni quieren hablar de los cambios decididos entre Economía y la Comisión Nacional de Valores. Pero por lo bajo destacan que con restricciones o sin restricciones, el contado con liqui siguió subiendo.

Igual,  la baja de esta semana (que siguió a la flexibilización de la operatoria que le reabrió las puertas a los inversores extranjeros) fue empujada por la decisión de Economía de salir al mercado con una nueva emisión de deuda en dólares, por 750 millones, por la que pagará una tasa que hoy rondaría entre el 15 y el 16% anual.

La lectura rápida y esperable del mercado es que si se va a incrementar la cantidad de bonos en circulación, cuando no hay demanda por esos papeles, los precios deben necesariamente caer. Lo de que no hay demanda está demostrado por la persistente caída de las cotizaciones de los bonos desde el día siguiente a su debut en el mercado. Es más, se supone que si los bonos son emitidos para darle salida a los fondos extranjeros que hoy tienen pesos en su poder, estos no harán otra cosa que salir a venderlos en el mercado secundario. Por la sencilla razón de que quieren dólares, no papeles de la deuda argentina.

La lectura de Economía es que el Central debería estar más activo en utilizar el “poder de fuego” que le dieron cuando con la entrega de títulos de la deuda negociables en el mercado secundario. Esos papeles en dólares, interpretó el mercado, serían usados para controlar los precios de los bonos y, como quería Guzmán, “estabilizar la brecha” entre los dólares, paso inicial antes de pretender cerrarla.

Pero las intervenciones con bonos no han sido masivas. El equilibrio es difícil. El tipo de cambio implícito que surge de las operaciones con bonos se puede reducir bajando el precio de los bonos en pesos (vendiendo) o elevando el precio de los bonos en dólares (comprando). Algo de esto se vio este miércoles: el AL30 en pesos estaba subiendo cerca del 2% y terminó bajando 1,6%, por las ventas sostenidas, se presume, de algún organismo público. Con la baja del bono en pesos, el dólar CCL y el MEP redujeron la suba diaria del 3 al 1%.

Estas intervenciones no dejan de tener un efecto marginal, que difícilmente puedan quebrar la tendencia del mercado. No será por esta vía que se estabilice el dólar alternativo.

¿Podría obligar el Gobierno a vender los dólares?

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Insiste el Gobierno con que va a seguir resistiendo la corrida cambiaria que acelera la depreciación del peso en los mercados libres, sin aceptar una fuerte devaluación en el dólar oficial. Lo aseguran en el entorno político del presidente Alberto Fernández; y lo reafirma la conducción económica que promete un supuesto acuerdo exitoso con el FMI antes de fin de año para calmar las expectativas. Hasta tanto, dice el ministro Guzmán, hay reservas suficientes para no rendirse a la presión de los mercados.

Los anuncios y las promesas por ahora no logran calmar la corrida. El desequilibrio fiscal y la consecuente emisión de pesos para cubrirlo es tan impresionante que nadie alcanza a convencerse de la posibilidad de una salida gradual para el ajuste, que no termine, como siempre en el pasado, en fuertes devaluaciones para licuar ese gigantesco déficit entre los ingresos y los gastos del Gobierno.

El riesgo de hacer nada e intentar resistir sin devaluar como hasta ahora no es solamente que la economía se va paralizando por falta de dólares en la inversión y el consumo, sin precio cierto y problemas de abastecimiento en insumos básicos. Ya explicamos en esta columna la semana pasada que mientras el Gobierno intenta frenar la corrida restringiendo cada vez más el acceso a los dólares del Banco Central, a la vez continúa emitiendo pesos sin freno para cubrir el déficit. Aún sin acepar formalmente un precio mayor para el dólar de comercio exterior, el Gobierno devalúa segundo a segundo la moneda al ritmo de una emisión descontrolada, casi 200 mil millones de pesos por mes.

Sigue creciendo la brecha cambiaria y el peligro entonces es que una crisis cambiaria derive en una crisis bancaria. Los grandes inversores y las grandes empresas dolarizan sus posiciones. Desarman plazo fijos, posiciones en bonos en pesos o cuotas de fondos de inversión y se pasan al dólar en el contado con liquidación. Lo mismo hacen los ahorristas particulares. Convierten sus pesos en las cuentas en dólares a través del dólar bolsa.

El problema es que una vez que se dolarizaron las carteras, se ordenan transferencias al exterior o directamente se retiran los dólares de las cuentas por ventanilla. Esa dinámica le hace perder reservas al Central con el riesgo del agotamiento. Todos le quitan dólares al Central, pero nadie vende y suma reservas porque el precio para los exportadores es de 50 o 60 pesos por dólar de cosecha, neta de retenciones.

En el pasado, cada vez que el Banco Central en la Argentina se quedó literalmente sin reservas, el problema se resolvió con estallidos devaluatorios que dejaron consecuencias dramáticas para la vida política, social y económica. El corralito de Fernando de la Rúa y posteriormente y más grave el corralón de Eduardo Duhalde fueron finalmente intentos para no repetir las experiencias de las hiperinflaciones de 1989/1990. Aquella vez, en lugar de cerrar los bancos se imprimieron miles y miles de millones de pesos (australes entonces), se abrieron las entidades y así se financió la híper, permitiendo que la gente sacara los depósitos y corriera al dólar o a cualquier producto que la cubrieran del desastre.

Conviene preguntarse qué podría ocurrir esta vez si por resistir una devaluación o por negarse a presentar un plan político y económico creíble para los mercados el Gobierno finalmente se queda sin reservas y tiene que cerrar los bancos para evitar una corrida que signifique el colapso final o el riesgo de una híper.

Esa historia terminó siempre, tarde o temprano, con estabilidad o inestabilidad política, en megadevaluaciones. Los grandes perdedores terminan siendo los más humiles por la explosión de pobreza e inflación que significa asumir una devaluación.

Qué pasaría, por ejemplo, si el sector más radicalizado de la coalición del Gobierno que se referencia con Cristina proclama que, esta vez será distinto, que esta vez el ajuste lo van a pagar "los que tienen los dólares" en la Argentina.

Es obvio que aquí hay una puja: un gobierno que no quiere reconocer el fracaso de su política económica y que responsabiliza de la crisis a los tenedores de dólares que se resisten a venderlos al precio oficial. La mirada conspirativa crece en el Gobierno, y sobre todo en los allegados al Presidente, no solo en el Instituto Patria.

Dólares registrados sobran en la Argentina. Están los depósitos declarados en cuentas de Argentina y el exterior, están los dólares ahorro que la clase media y la clase alta ha venido comprando a lo largo de los años, todo registrado en la AFIP, sin importar si esos dólares están depositados en cuentas, en los colchones o en cajas de seguridad. Y desde luego están los dólares registrados del campo, guardados en silobolsas o en acopios de cooperativas o cerealeras. Todo registrado.

Podría el Gobierno obligar a que los argentinos tengan que pesificar a la fuerza sus tenencias en dólares registradas. Los argumentos sobran en la liturgia peronista y, sobre todo, cristinista.

La propia expresidenta anunció que su proyecto político es un "Nuevo Contrato Social". Su hijo Máximo prometió que la Argentina no va a salir de la pandemia con las desigualdades que ingresó. Axel Kicillof ya proclamó que la normalidad no existe más, en tanto el ministro Guzmán dijo alguna vez que no vino a la Argentina para aguantar la situación. Y se justifican cada vez más ataques a la propiedad privada con el argumento de que existe una crisis social terminal y hay que asegurar derechos básicos para todos.

Aceptar una megadevaluación para empezar de nuevo como el proceso Duhalde Kirchner de 2002/2003 puede derivar en un estallido inflacionario dramático que ponga en peligro la estabilidad institucional y el proyecto político de Cristina. Frente a esa disyuntiva, puede crecer la tentación de ir contra los que tienen los dólares, para que sean ellos los que paguen el ajuste.